En los últimos tiempos se nombra con mucha frecuencia la Metodología Agile como una concepción que aporta un valor adicional al sistema de trabajo, potenciando la productividad de forma eficiente.
Empresas como Amazon o Google han implementado este método de trabajo. Y es así porque se está comprobando que esta metodología consigue valorar los ritmos de trabajo de forma adecuada y con un ritmo que se acompasa a los imprevistos.
Precisamente por ello es uno de los sistemas más codiciados: se plantea dejando lugar a los problemas, de forma que se adapta y consigue estimar el tiempo y prevenir posibles retrasos.
Se basa en las personas: tanto en los trabajadores y en su forma de trabajar con las herramientas que tienen a disposición y los procedimientos, como en los clientes y su aporte activo. Además, prioriza un uso eficaz de la tecnología: softwares que optimicen procesos y que los trabajadores puedan utilizar… Todo ello sumado a que se preveen posibles imprevistos y eso agiliza la puesta en marcha de una solución.
Generalmente, la implantación de una Metodología Agile pasa por una revisión grupal casi a diario que mantiene y examina cómo avanzan las tareas de cada persona o departamente. Ayuda a la comunicación, ya que permite trabajar en equipo y todos se sienten a la vez responsables de los logros, participando activamente y aportanto dinamismo.
Esto ofrece una perspectiva diferente que permite dar respuesta a necesidades: por ejemplo destinar trabajadores a una tarea que aún no ha podido resolverse en el tiempo estimado.
Esta comunciación constante permite dividir las tareas en fases más contenidas para ir evaluando el funcionamiento de cada pieza del puzzle. Hay muchos métodos dentro de la Metodología Agile, como el procedimiento Skrum o el método Kanban, entre otros.
Sin embargo, todos parten de un mismo punto de partida: los doce principios esenciales en los que se basa el Método Ágile: